SUPONGAMOS QUE HABLAMOS DE LA VIDA
La vida la mueve la ilusión, hermana menor de la esperanza. El “carpe-diem” es una técnica para salir del paso.
A la mujer que nos gusta le medimos el tiempo que pasamos sin verla y cuando estamos en un sitio agradable pensamos de inmediato como aumentaría el gozo sensual del momento la presencia de esta mujer amada.
Cuando hablamos con ella, para quedar, ya tenemos, ante su requerimiento sobre el lugar de encuentro, la propuesta adecuada que acompañamos con la estimulante frase de: “Te voy a llevar a un sitio que te va a encantar”
Igual pasa con un libro o una película. En este último caso nos da igual haberla visto porque hasta mentimos cuando sacamos dos entradas y le comentamos: “Creo que nos va a gustar”.
Se llaman estas actitudes convivencias queridas e ilusionantes. Ni el bar, ni el libro, ni el cine, si van implícitos a la soledad, son actividades culturales, (un bar lo es), que culminen el contenido sentimental.
La vida está para compartir. La soledad es el precio de la independencia y suele ir acompañada del sentimiento de mezquindad.
Pero, ¿qué es la independencia?. La independencia es lo que quiere la pareja cuando lleva años junta.
Entonces ella, es casi siempre ella, la que le hace al antiguo joven enamorado la propuesta de salir a dar un paseo, al teatro o al cine.
Si el requerimiento es de tomar una copa o cenar, el antiguo enamorado contestará: “¿A cenar?. ¿Y a dónde?”
Ella, acostumbrada a la sorpresa, se quedará callada y, en su falta de experiencia espontánea, aceptará, una vez más, quedarse viendo la televisión mientras que él bichea por Internet.
Yo quería escribir de la vida y sin darme cuenta me ha salido un texto sobre el matrimonio. Perdonen.
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