LECTOR DE METRO
El que escribe lo hace para que lo lean. No todos. Hay autistas literarios que también rellenan quinielas que no sellan.
Observo con delectación, es una forma de fomentar la lectura, como la mayoría de usuarios suben al metro con su periódico gratuito en la mano. Los observo y…¡oh dolor!, los liquidan en segundos.
La mayoría de estas publicaciones llevan en la contraportada una columna de opinión. Veo, con pena, que el lector ocasional y gratuito dobla el periódico sin apenas echar un vistazo al titular de este artículo. Pliega el diario y lo deja subrepticiamente entre los dos asientos.
Esta maniobra no es compartida, afortunadamente, por todos. El que lo vuelve a portar bajo el brazo te sugiere que lo seguirá leyendo en los momentos que pueda.
Esta observación me hace clasificar, cual director de periódico, a dos tipos de comentaristas: el analista denso necesita de un lector acomodado en su sillón o bien en la butaca del AVE si no le toca un parloteador de móvil al lado.
Y está el periodista “fast.food” o “snack-bar” que ha de coger al lector por las solapas y no soltarlo hasta que termina de leer lo que ha escrito.
Este es el periodista nato el que tiene la habilidad de hipnotizar con mil caracteres al lector hasta el punto que se pase dos o tres paradas de su destino original.
Los califico así pues no hay nada que admire más y pretenda en mis trayectos que olvidarme de que existo y de que existen los que me rodean incluida la señora que me lleva dando golpes persistentes, con su bolso, en los mismos testículos desde la primera parada.
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