EL VIOLINISTA EN EL METRO
Los correos que me mandan por Internet, que yo agradezco profundamente, vienen cargados, en la mayoría de los casos, con asuntos o relatos que rayan la estupidez. Si me gustase o pudiese, por aburrimiento, contestar, estaría todo el día escribiendo. En este caso no me refiero a los que te “obligan” a ser feliz por el procedimiento de decirte, sobre el fondo musical y gráfico de una verde pradera, que si te han cortado una pierna pienses que aún te queda otra. -¿Y por qué coño tengo yo que perder una pierna y no usted bondadoso emisor?
Hoy hago referencia a un correo que explica una experiencia realizada en el metro de Nueva York donde un violinista estuvo tocando obras de Toscanini, Schubert y demás músicos clásicos con un Stradivarius que valía más de tres millones de dólares. ¡Una fortuna! Durante su intervención, de tres horas, tan sólo obtuvo la irrisoria cantidad de 32 dólares cuando el mismo intérprete había agotado las entradas, dos días antes, para el concierto que impartiría al día siguiente de su experiencia “underground” en el Carnegie Hall, al precio medio de 100 dólares.
Qué duros de corazón y oído somos, y más los que nos levantamos temprano y vamos a calzón quitado buscándonos las habichuelas cotidianas y que estúpidos son los que se han inventado este experimento.
Si filosóficamente quisiéramos sacar conclusiones a este banal ensayo yo, sin ir más lejos, en una playa me estaría poniendo como un berraco ante tanta mujer en bikini. El entorno hace que la mente actúe de forma distinta.
Oiga, idiota, el sueño es genérico, pero no es lo mismo dormir en la penumbra y comodidad de tu habitación que, anestesiado, en la mesa de un quirófano.
.
0 comentarios