LA COCINA ESTA CERRADA
Decía el inefable Paco Gandía que usted puede dejar abandonada una espiocha, una pala o un pico en la calle que nadie se los llevará. Son instrumentos malignos que nos asocian con el trabajo. ¡Qué poquitas ganas hay de trabajar en este país y especialmente en Andalucía!. Ayer estaba con unos amigos sentado en el velador de un bar aprovechando los apacibles y postreros días de este casi otoño.
Se habían pedido varias cervezas, distintos refrescos y unos vinos. Pedidos que se iban aumentando, con raciones de jamón y queso mientras la tertulia, sin plan previsto, se iba alargando. Un olor de fritos y guisos de cocina iban aumentando, dada la hora de mediodía, los jugos gástricos de los comensales.
Dadas las cuatro de la tarde alguien propuso pedir algunas raciones de cocina y de esta forma prolongar la charla y reincorporarnos al trabajo ya comidos. ¡Nuestro gozo en un pozo!.
-¿Nos pone un frito variado y dos cazuelas de gambas al ajillo?
-No es ya posible porque la cocina está cerrada y, como verán, hemos retirado los veladores y son ustedes los últimos que quedan
-¿Qué se debe?
Luego vendrá el gremio de hostelería y se quejará de que la cosa está “chunga”. Los que están de esta forma son los que tienen los dineros en las narices y se los limpian con un pañuelo. Como decía el apoderado del torerillo: “Los billetes están prendidos de los pitones. O los tomas o los dejas.
¿El trabajo?. A este señor no lo conozco.
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