LOS CIEN MIL HIJOS DE SAN LUIS
No sé si estos vástagos fueron engendrados por el Santo y no me consideren sacrílego ya que hay muchas beatíficas figuras en la amplia lista del santoral que estuvieron casadas y generaron amplia descendencia. De ser así no hay duda de que pertenecerían a determinada organización católica muy enraizada en la comunidad cristiana.
Humor aparte, he utilizado este título aplicado, en la realidad histórica, a los gabachos que defendieron la monarquía de Fernando VII para hacer referencia a mi oposición visceral, pero razonada, sobre las proles numerosas.
Educar a dos hijos, por ejemplo, es labor harto difícil pero hacerlo con once es fácil y os lo demuestro. El coche recién comprado es objeto de arduos mimos hasta que en él se derrama, valga el ejemplo, un bote de salsa de tomate y es pisoteado. Ya ha perdido la virginidad del olor y esplendor de lo nuevo. Da igual, a pesar de los sucesivos limpiados, que se entre en él con los zapatos embarrados y el perro recién cagado.
Con los hijos igual. Cuando, en las familias numerosas, el primogénito cumple cuatro años se “preocupa”, (es una forma de hablar) del cuarto. El segundo del quinto y así sucesivamente. Con lo que ya da igual ocho que ochenta.
¿Pero los padres sabrán de sus cuitas vivenciales?. ¡No!. Porque cronológicamente es imposible.
Los padres de pocos hijos saben sus horarios. Conocen sus amoríos y tendencias. Sencillamente porque tienen tiempo. Si son once, y quieren ayudarlos anímicamente, han de dedicarse sólo a ellos, pasando consulta diaria como cualquier médico del Seguro.
Pero, de ser así, ¿quién de los dos progenitores sale de caza para darles el sustento diario?
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