¡TODO PASA, NADA QUEDA: ¡LOS GARBANZOS!
Hace algo más de un año me regalaron un saco de garbanzos y yo, consumidor gustoso de legumbres, y aún a sabiendas que ya dijo Virgilio: “Legúminas, ventosa sunt”, vi el cielo abierto por haber mantenencia alternativa para mucho tiempo.
Siempre creí que las leguminosas secas eran sinónimo de eternidad. Las llevaban las tres carabelas (de ahí algunos motines por las molestas ventosidades), los pioneros del lejano oeste y a principios del siglo pasado era la reserva básica alimenticia en lugares que por su inaccesibilidad no podían tener productos perecederos.
Pues bien. Tengo una amiga que lleva luchando con ellos desde hace tres meses a brazo partido. Me los guisa de maravilla pero le salen duros. Les ha puesto, en el remojo, bicarbonato, sal y otros elementos agresivos de la naturaleza (yo le sugerí, hace unos días, que le echase unas gotas de ácido sulfúrico).
El mes pasado los dejó hasta una semana en agua caliente que renovaba cada ocho horas. También los hirvió, para “espantarlos” de inmediato con agua helada, y salvo darles, uno a uno, con un martillo, lo ha hecho todo. Siguen saliendo duros.
Ayer me enteré que los garbanzos, también, envejecen y la vejez les produce dureza al revés que a los seres humanos que nos produce flacidez.
De una forma o de otra…¡qué decepción!. Ya nada se mantiene incólume. Ni los garbanzos. Todo pasa y nada queda. Menos mal que los gases que producen, también viven poco.
De ahí que Colón llegase a América con casi toda la tripulación.
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