¿CÓMO ESTOY?
Tengo una amiga, muy guapa, casada con un megalómano. ¿Por qué sigue con él?. Sería largo de explicar. Me cuenta que cuando son invitados, por ejemplo, a una boda ella termina de acicalarse antes que él.
Mientras le espera fumando un pitillo se mira al espejo y se ve espléndida. Él cuando, tras largo rato, sale del dormitorio la mira y le dice:
-¿Qué tal estoy?. … ¡Qué envidia de tío!
Como este tipo hay muchos y yo añoro ser como ellos. Son los que llegan a un comercio a punto de cerrar y no reparan que la dependienta está deseando de cerrar su jornada laboral.
Les da igual: preguntan, desechan lo que le ofrecen, se prueban, reclaman…y no se llevan nada. Mi deseo emulador por estos personajes está en su meollo: ¡lo hacen sin maldad!.
Son los que, en su seguridad, piensan, cuando se equivocan de carril, que los confundidos son los que les hacen ráfagas con las luces. Ellos comentan por lo bajini: “¡Están locos!”.
Como los que te preceden en la cola del autobús y ante la máquina de picar tickets se extasían rebuscando en una cartera el bonobús de pensionista. Son, también, los envidiables viejos a los que nunca alcanzaré.
En lugar de quedarme en la puta envidia voy a iniciar un curso de autoayuda para ser como ellos. Hoy, sin haber asistido a ninguna clase aún, he comenzado preguntándole a mi tía Enriqueta, que está ingresada con una grave enfermedad: “¿Qué tal estoy?”.
Creo que va a funcionar.
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