ACTORES
Dicen, y yo lo suscribo, que a las mujeres se las conquista por el oído, lo del viejo chiste de “a la gandola”, y las especialmente atractivas, que son con las que yo normalmente alterno, me cuentan que nunca los hombres sabremos lo terrible que significa para ellas negarse a peticiones insistentes, no sólo de las que todos imaginamos, sino de los auténticos fatigas incansables al desaliento que las llaman para ofertar copas, cenas o regalos.
Lo lógico es que la resistencia flaquee en determinados momentos y se acepte, en el mejor de los casos, ir al restaurante de moda, con el pertinaz coñazo. Podría calificarse, ahora desgraciadamente en boga, como una violencia de género subliminal
Esta entradilla tiene como fundamento algo que ha llegado a mis escépticos oídos. Un grupo de médicos de importante capital de provincias ha contratado a dos ¡actores! que han visitado 197 farmacias de esta ciudad solicitando antibióticos sin receta con un resultado bastante negativo para la imagen deontológica y profesional del farmacéutico.
La labor del farmacéutico nunca será suficientemente valorada ni reconocida si no se trata de alguien que la conozca desde dentro. Cuando cualquier indocumentado, aunque universitario, me comenta que mi labor consiste en despachar una cajita cuyo nombre ha escrito en una receta el auténtico sanitario que es el médico, por mi mente pasan todos los difuntos más recientes del interfecto defecados hasta las cejas.
Aún suponiendo que el imbécil lo sienta así, como lo dice, nunca sabrá que hay una labor permanente y burocrática que ya de por sí merecería mayores emolumentos que los del simple funcionario. Pedidos, reposiciones, albaranes, facturas, impuestos, nóminas, precios de referencia previos a la dispensación etc… son tareas suficientes para agotar a Stajánov.
Pero, con todo, lo que nunca se valorará suficientemente es la capacidad de aguante que tenemos los que estamos día a día detrás de la mesa de dispensación: “el mostrador maldito”. La aparición de los genéricos y las dotes de convicción de los farmacéuticos quisiera yo verlas en estos maravillosos actores que han querido dejarnos, mercenariamente, con las posaderas al aire.
-Estas no son mis pastillas para la tensión
Yo personalmente, por puro agotamiento, he dispensado perdiendo dinero, (cualquiera es el valiente que le dice al aguerrido jubilado que ha de pagar la diferencia) el medicamento de marca que el paciente ha tomado toda la vida esperando que en la próxima ocasión se atenga a razones. ¿Quién no ha tenido que lidiar con algunas ilegibles recetas y hacer esperar, con los nervios a flor de piel, a un usuario cabreado que no atiende razones y que tamborilea para más nerviosera del boticario, los dedos sobre el mostrador?.
¿Quién no ha tenido que parar todo para atender al lipotímico que se ha hecho una brecha en la cabeza?. ¿A quién no se le han quedado bloqueados los ordenadores porque, en este caso, la lipotimia le ha dado al “servidor” del sistema informático?
Y ahora vienen estos tíos con el juego sucio de la petición de complacencia:
-Verá usted es que la inflamación es terrible y el dolor…¡ni le cuento!. Además mi madre ya ha tomado este antibiótico muchas veces. ¿No ve que sus problemas dentales son frecuentes y el dentista antes de intervenirla le manda por teléfono siempre este antibiótico que le solicito?
Malditos pendejos. No hay peor frustración que “delinquir” por intentar hacer el bien. Cuando, además, sabemos que esta sucia maniobra encubre un acongojamiento por parte de determinados sectores de la clase médica a los que le sigue mordiendo el alma cuando ven en la tele el famoso eslogan, conseguido a pulso, de: “Consulte con su farmacéutico”. Los que tras la llegada de los genéricos han visto disminuida la llegada de Pantaleón y los visitadores que desde muestras, a bolígrafos, ceniceros y Cancunes le chupaban la parte del cuerpo por la que ahora ellos nos quieren dar.
¡Bah!. Que le pidan al cielo que un día sin talonario, porque, como es frecuente, se lo han robado, tengan que implorar, esta vez de verdad, un medicamento necesitado de prescripción para un familiar que de verdad lo necesite.
Allí nos veremos.
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